Dos buenos ejemplares de sargo |
Hola amig@s:
Vivimos en tiempos de ajetreos y trajines, soportando prisas, problemas y carreras, donde los despertadores y las agendas marcan el ritmo de "nuestra" vida, para poder hacer frente a lujosas hipotecas. Necesitaba visitar de nuevo alguno de mis escondites, evitando aunque solo fuera por unas horas la pandemia de estrés que azota este planeta.
No tenía nada planeado, o tal vez mi cerebro había maquinado un plan tan en secreto que ni yo mismo me había enterado. El caso es que nada más despertar, anulé todo lo hecho y por hacer, preparé los bártulos y cuando me di cuenta estaba triturando sardina casi sin querer. Son de esas cosas que pasan sin saber muy bien por qué, al igual que ahora mismo yo quiero escribir en prosa y esta "cabrona" rima sale sin permiso una y otra vez.
La fase lunar era muy buena: marea viva que debía generar una gran actividad entre el pescado. Las condiciones climatológicas y marítimas no parecían tan generosas, pero qué más daba, al fin y al cabo "el peor día de pesca siempre es mejor que el mejor de los días trabajados…"
Fase lunar y horario de mareas del día escogido |
Esquema del coeficiente de mareas |
Previsión de la abundancia de peces |
Previsión meteorológica |
Llegué muy tarde a otear la mar y nada más hacerlo, ya me descubrí a mi mismo silbando cual ruiseñor despreocupado y aunque a mí me parecía que todo era perfecto y maravilloso, el panorama no estaba muy allá. Me decidí por una puesta y con paso contemplativo comencé a marcar el camino.
Una vez en el lugar escogido, el reloj dejó en libertad al tiempo. El único ritmo que allí prevalecía era el de las olas y cada vez que respiraba profundamente, un océano de tranquilidad inundaba todo mi cuerpo.
Los sargos iban saliendo despacio pero a buen ritmo a medida que la marea iba acercándose a su nivel máximo y yo los iba echando en una poza no muy grande que se encontraba detrás de mí. Después de hora y media más o menos, decidí moverme un poco para ver si sacaba algún perrón de los grandes y nada más cambiar, enganché uno de esos que parece el padre de todos los sargos… era enorme!! Tras un par de carreras consiguió romper con los dientes el FXR 0,21mm que tenía montado en esos momentos (instantes en los que tengo que reconocer que la mala leche me volvió a correr un poco por las venas…). Pero después del oportuno cambio al FXR 0,23 mm sucede algo muy curioso: la boya se hunde, tiro y todo apunta a que estoy enganchado en alguna roca, tiro con fuerza y noto unos pequeños toques en el puntero de la caña (que estaba completamente doblado), tiro al límite y de repente aquello comienza a moverse a velocidad de vértigo… otro sargazo de los que quita el hipo… echamos un pulso de tú a tú y con ayuda del grosor del nuevo aparejo consigo subirlo a los 10 m de altura a los que me encontraba sin muchos problemas (esto relaja mi puntual cabreo y vuelve a transportarme al pacificador momento "zen" que anteriormente habia alcanzado).
Vista de uno de los spots |
Al final de la jornada y tras haber conseguido varios ejemplares de más de kilo y medio, regresé a la poza donde había echado los primeros sargos… y cuál fue mi sorpresa, cuando después de dos horas… todavía estaban vivos… impresionante!! Entonces, tal vez debido a ese estado de paz interior que me tenía abducido, o a que yo ya siempre regalo todos los sargos que pesco y hoy nadie sabía que había ido a pescar, o a que no tenía ganas de tirar por mucho peso en el ascenso de vuelta al coche, tomé una decisión sin precedentes en mi caso, que no fue otra que la de devolverlos a todos al agua, quedándome únicamente con las grandes piezas del segundo spot… quién sabe, tal vez más adelante, nos volvamos a encontrar…
Como resultado, un maravilloso día de pesca que sin duda me cargará las pilas de regreso al bullicio de la cotidianidad, haciendo que pueda volver a combatir los ceñudos y anónimos entrecejos de pobres almas estresadas con generosas sonrisas cargadas de paz interior… y si no… que me quiten lo bailao…
Un saludo y buena pesca.